Trabaja tu condición interior
Adicción al pecado.
Texto bíblico: El problema está en mí, porque soy demasiado humano, un esclavo del pecado. Realmente no me entiendo a mí mismo, porque quiero hacer lo que es correcto, pero no lo hago. En cambio, hago lo que odio. Pero si yo sé que lo que hago está mal, eso demuestra que estoy de acuerdo con que la ley es buena. Entonces no soy yo el que hace lo que está mal, sino el pecado que vive en mí.
Yo sé que, en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa no existe nada bueno. Quiero hacer lo que es correcto, pero no puedo. Quiero hacer lo que es bueno, pero no lo hago. No quiero hacer lo que está mal, pero igual lo hago. Ahora, si hago lo que no quiero hacer, realmente no soy yo el que hace lo que está mal, sino el pecado que vive en mí.
He descubierto el siguiente principio de vida: que cuando quiero hacer lo que es correcto, no puedo evitar hacer lo que está mal. Amo la ley de Dios con todo mi corazón, pero hay otro poder dentro de mí que está en guerra con mi mente. Ese poder me esclaviza al pecado que todavía está dentro de mí. ¡Soy un pobre desgraciado! ¿Quién me libertará de esta vida dominada por el pecado y la muerte? ¡Gracias a Dios! La respuesta está en Jesucristo nuestro Señor.
Así que ya ven: en mi mente de verdad quiero obedecer la ley de Dios, pero a causa de mi naturaleza pecaminosa, soy esclavo del pecado.
Romanos 7:14-25
Reflexión: Todos somos adictos. Los seres humanos somos seres adictos por naturaleza. La adicción es un nombre moderno, una descripción cabal y sincera de lo que la tradición bíblica denomina el “pecado” y los cristianos medievales las “pasiones” o los “apegos”. Pero todos reconocían la necesidad de tomar medidas, y prácticas, para liberarnos de estas ilusiones y celadas. Los autores del Nuevo Testamento ……Sabían que estaban haciendo frente a un mal no racional o a “demonios”.
La adicción a sustancias como el alcohol y las drogas no son más que formas más visibles de la adicción; en realidad, todos nosotros somos adictos a nuestra manera habitual de hacer las cosas, a nuestras propias defensas y, más especialmente, a nuestro patrón de pensamiento, es decir, a nuestra manera de procesar la realidad.
Para un sector de la ciencia, relacionar la adicción con lo que la Biblia llama pecado es algo retrógrado, carca, reaccionario, sólo de mentes que se han quedado en un pasado muy remoto. Hoy se habla de predisposición genética, desequilibrio hormonal o de condicionantes sociales tóxicos del entorno en el que una persona nace y crece . Totalmente de acuerdo con la ciencia.
Sin embargo, esta disciplina no explica por completo esta cruda realidad para que todo ser humano “siempre quiera más de algo” por el hecho de que nunca llegue a sentirse satisfecho con el placer que produce “ese algo”. Desde la fe entendemos, según el texto que estudiamos, que “ese deseo insaciable de querer más de algo” puede referirse a la codicia, la soberbia, al egoísmo humano …etc., lo que define nuestra condición interior trastornada por el pecado. La ciencia, bien sea que lo llame predisposición genética, desequilibrio hormonal, condicionantes del entorno, o cualquier otra evidencia demostrable empíricamente, no tiene que suplantar lo que afirma la fe bíblica. Creemos que ciencia y fe pueden complementarse.
Todos sabemos lo que pasa con el pecado que “mora en nosotros”: “Suele ser un camino largo a recorrer la lucha que libramos para encontrar verdadera libertad de esta esclavitud”.
El hijo de Dios reconoce y comprueba cada día que la adicción (al pecado) es algo más que una predisposición genética, desajuste hormonal, o un factor condicionante de nuestro entorno, y que cualquier estrategia que queramos adoptar para superar, no importa qué tipo de adicción, debe ir más allá del esfuerzo personal. Se trata de liberarnos de este ego imperial y furioso que Pablo magistralmente describe en Romanos 7 contando con alguien superior a nosotros.
PREGUNTA:
¿Estás de acuerdo en identificar el pecado con cualquier tipo de adicción?
¿Crees que la interpretación de Romanos 7 es otra?