
Vivir una locura. ¿Estás dispuesto?
1 Corintios 15:1-11.
INTRODUCCIÓN
Hay una sola explicación posible de por qué la cruz llegó a ser el símbolo cristiano, y por qué los cristianos obstinadamente lo mantuvieron a pesar del escarnio de que era objeto. La razón es que la centralidad de la cruz había nacido en la mente de Jesús mismo. Es por lealtad a él que sus seguidores se aferraban tan tenazmente a esta señal. (Marcos 9:31; 10:32-34). John Stott
Nuestra fe descansa sobre dos hechos “insólitos”: La muerte cruel de un hombre en dos maderos cruzados, y la vuelta a la vida de este hombre tres días después.
REFLEXIÓN DEL TEXTO
La muerte y resurrección del Señor son los fundamentos vitales de nuestra fe. Vivir este acontecimiento glorioso es el evangelio. Este era el evangelio de Pablo y debería de ser el nuestro.
Pablo comienza el capítulo 15 de su Primera Carta a los Corintios haciendo un resumen del evangelio que él predicaba para enfocarse después en la defensa de la resurrección.
Cuán grande es el énfasis que él pone (1,2). Eso era lo que constantemente predicaba él. Ése era el evangelio que los corintios habían recibido. No era ninguna enseñanza nueva o extraña. Ése era el fundamento firme de su posición como creyentes (1), y sobre este firme fundamento caminaban seguros sobre la senda de la salvación (2). Esta salvación era una realidad en ellos, si retenían la palabra que Pablo les había predicado, y si la negaban era señal de que habían creído en vano, entonces, todo el edificio de la salvación caería por tierra. No hay salvación, no hay vida plena en el nombre de Jesús, a no ser sobre la base de la fe en su muerte y resurrección.
El evangelio al que Pablo se refiere era la enseñanza que les había transmitido en primer lugar (3) “como algo de la mayor importancia”, las verdades fundamentales y más necesarias. La muerte y la resurrección de Jesucristo son los dos hechos sobre los que, como sobre dos robustas y firmísimas columnas se sostiene todo el que se salva.
Esta “enseñanza” había sido confirmada:
Por la predicciones del AT (3,4): “Que Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras; y que fue sepultado (prueba de que estaba realmente muerto) , y que resucitó al tercer día conforme a las Escrituras.
Por el testimonio de muchos testigos de primera mano, quienes habían visto al Señor después de su resurrección de entre los muertos. Tantos ojos, en tantos lugares, y en diferentes tiempos, daban testimonio claro del gran milagro (v.11). Y esto era lo que los propios corintios habían creído.
Por su testimonio. Pablo da cuenta de este suceso que tanta importancia tenía para él como testigo también de la resurrección de Cristo. El da testimonio a continuación de como la cruz y la resurrección obraron en su vida y le emplazaron como apóstol también.
Pablo, de esta manera, hace una defensa firme de la esencia del evangelio de Cristo ante la Comunidad Corintia, y ante el mundo del siglo I. Sin embargo, al estar el evangelio fundamentado en estos dos “insólitos” hechos, el primero vergonzoso, el segundo, desconcertante, era una vergüenza y locura para la mayoría. Probablemente algunos miembros de la congregación no querían pagar precio alguno por tan humillante y absurda forma de vida, por lo que recurrían a complementar y decorar el único evangelio con otros conocimientos y falsas enseñanzas.
Este evangelio que Pablo enseñaba sigue siendo el mismo hoy y es también el nuestro. Se ha hecho realidad en nuestras vidas. La cruz y la resurrección han obrado en nosotros de muchas maneras…. Un proceso transformador comenzó con Jesús, el crucificado y resucitado. Por lo tanto, la cruz y la resurrección deberían seguir dando forma a nuestra Vida Nueva en Cristo.
El escritor y teólogo Tim Chester dice así:
Al igual que sucedía en el siglo I, parece que la cruz sigue siendo una vergüenza. Sin embargo, para el cristiano del siglo XXI, no hay palabras más importantes que: cruz, resurrección y vida. Lejos de ser intranscendentes para nuestro mundo, la cruz y la resurrección apuntan a los asuntos más profundos de nuestra época.
Y estas tres palabras van muy unidas. Hay cristianos que, por defender con fervor la gran importancia de la cruz, descuidan lo que implica que la tumba esté vacía. Otros regocijándose en el poder de la resurrección, dejan a un lado los sufrimientos de Cristo, y estamos llamados a compartirlos. Y muchos de nosotros afirmamos de boquilla ambas doctrinas pero las ponemos en cuarentena, de modo que la realidad de la muerte y de la resurrección de Cristo apenas surte efecto en nuestra vida cotidiana.
La cruz y la resurrección hay que vivirlas. Convertirte no tiene que ver principalmente con un credo o ceremonia. Más bien, un cristiano es alguien unido a Jesucristo y una iglesia es un conjunto de personas en cuyo centro está Cristo (no tú). Y ser discípulo de Cristo consiste en experimentar la muerte de Cristo y vivir la vida en Cristo.
La cruz y la resurrección no están para esconderlas, ya sea detrás de flores, en libros de teología, en credos o en conferencias y en cultos dominicales. Lo que ocurrió en Jerusalén aquel fin de semana crucial tuvo repercusiones cósmicas; de modo que la cruz y la resurrección parten la historia en dos, abordan las preocupaciones más angustiantes, definen el presente y el futuro. Pero la cruz y la resurrección también conllevan consecuencias en lo personal, ya que su verdad no es algo sólo para ser creída, sino también para ser vivida.
Una de las expresiones que aparecen en el Nuevo Testamento para describir a los cristianos es “en Cristo” o “unidos a Cristo”. Tú y yo estamos en Cristo, lo cual significa que su muerte es nuestra muerte y su vida es nuestra vida. Quiere decir que su cruz es nuestro modelo y su resurrección, nuestra esperanza.
Quizá resulte sorprendente que, cuando los escritores del Nuevo Testamento nos dicen cómo deberíamos vivir, no suelen hacer referencia a la vida de Jesús. En cambio, nos conducen una y otra vez a la cruz y a la resurrección. Ya sean que hablen del matrimonio, de los conflictos, de la congregación, del dinero, de la oposición, del liderazgo, de la tentación, del trabajo o del sufrimiento, ponen la vista en la cruz y en la resurrección. Con lo cual, para saber cómo vivir como hijos redimidos, es necesario entender qué forman da a tu vida tanto la cruz cómo la resurrección.
El héroe común, vivir la cruz y la resurrección.
Tim Chester
- ¿Qué forma deberían dar la cruz y la resurrección a nuestra vida? :
- ¿Qué diferencia marcan en un lunes por la mañana? ¿Cómo dan forma a mis motivaciones y actitudes?
- ¿Cómo despiertan en mí nuevas ambiciones?
- ¿Cómo me motivan a servir, a amar al prójimo, a contribuir a la justicia?
- ¿Cómo me liberan para vivir como debo y no como quiero?
- ¿La cruz me reviste de humildad?
- ¿La cruz me descubre tal y como soy?
- ¿La cruz me reconcilia con mis hermanos (cómo se hace presente en mis conflictos con otros)?
- ¿La resurrección traen calma y quietud cuando el viento arrecia y las olas se agitan?
- ¿Cómo la victoria de Cristo me afecta para bien en la tristeza o en la enfermedad?
- ¿Cómo me animan a vivir a la luz de las realidades eternas?
- En conclusión: ¿Qué hace la cruz y la victoria de Cristo en un discípulo de Jesús de Nazaret?
Continuará…